Cuando la Cuarta Transformación asumió el control de la República, una de sus grandes promesas en política interior era la de proporcionar un sistema de salud accesible e igualitario, un sistema de salud al que todas y cada una de las personas que habitaban el país pudieran acceder de forma sencilla y gratuita, con especial enfoque en la atención y cuidado de las personas en situaciones de vulnerabilidad: personas en pobreza, mujeres, indígenas, personas de la tercera edad y personas de la comunidad LGBT. Ya han pasado 7 años más o menos desde que este proyecto “transformador” asumió el poder y muchas cosas (para bien o para mal) han cambiado notoriamente, pero, ¿cómo le fue a la Salud Pública? ¿Las personas de la comunidad LGBT gozan de mayor acceso a la salud?
Al estudiar la historia de este país y, dando especial atención a la de la comunidad sexodiversa, nos encontramos con una situación decepcionante, dado que las personas que integran esta comunidad han sufrido un sinfín de injusticias, represiones, patologizaciones y violencias sólo por el mero hecho de su preferencia sexual o identificación de género. Las acciones de las que la comunidad LGBT ha sido víctima, han vulnerado, incluso negado su derecho universal a la salud, es por esto que la reivindicación de la lucha de la comunidad sexodiversa por la conquista de su reconocimiento es una lucha justa y real, sin embargo, a la hora de plantearnos la lucha por la justicia nos surge una pregunta: ¿la lucha de la comunidad LGBT está separada de la lucha de clases?
Lucha de clases y sexodiversidad
Tal vez de inicio podríamos pensar que la lucha por la libertad sexual no tiene nada que ver con la lucha de clases, pero a medida que nos adentramos en la rica teoría materialista dialéctica de Marx, logramos comprender que el amplio abanico de preferencias, identidades, y demás elementos de la comunidad sexodiversa han existido desde que existen registros de la actividad humana. En muchos momentos históricos estas expresiones no presentaban un problema para el Status quo, sin embargo, es a partir de la edad media y con una clara continuidad durante el capitalismo que observamos una repulsión por parte de las clases dominantes –y más reaccionarias– hacia estas identidades.
“Para que herede las tierras, tiene que estar casado con una mujer”, “el matrimonio es entre una mujer y un hombre para procrear”, “es un hombre que se viste de mujer y nada más”, entre otras, son expresiones que tienen un origen común, la reacción de las clases dominantes para ejercer un control ideológico que inhiba las luchas de coyuntura, pero también, y con mayor preocupación, la incontenible lucha de clases. De manera que, las luchas de la comunidad sexodiversa no solo tienen que pronunciarse contra la opresión y el respeto a su comunidad, sino fundamentalmente por la lucha anticapitalista y alineadas con el programa político obrero. En otras palabras, la lucha por el socialismo es también la lucha por la emancipación de la comunidad sexodiversa.
La situación actual
Ahora que entendemos más la situación coyuntural de la lucha por la liberación sexual podemos analizar de mejor manera los retos a los que se enfrenta esta comunidad, que no son pocos.
Tomando en cuenta lo que hemos estado mencionando, podemos inferir que la opresión que las personas sexodiversas sufren es muy amplia, pues abarca aspectos que van desde lo económico o lo físico incluso, pero en esta ocasión nos centraremos en cómo la opresión generalizada hacia esta comunidad ha mermado su acceso a la salud y a una mejor calidad de vida.
Desde finales del siglo pasado, las políticas neoliberales han abogado por la desarticulación del sector público en el Sistema Nacional de Salud y el fortalecimiento del sector privado, el resultado ha sido la disminución paulatina de la capacidad estatal de brindar programas de prevención de salud para la población y, sobre todo, a los grupos en vulnerabilidad como es la comunidad LGBT, aunado al desinterés del sector privado de brindar estos programas –ampliamente porque la prevención no genera ganancias como la medicina curativa–. Ante el desamparo del Estado, el acceso a las necesidades específicas de salud y demás de la comunidad sexodiversa se vio seriamente comprometido, desde el rechazo diario y el estigma de potenciales portadores de VIH o la total incomprensión psicológica de la experiencia de la comunidad, hasta ser víctimas de crímenes de odio resultantes en lesiones físicas y psicológicas que requieren de atención especializada; con todo esto vemos que, existen riesgos que van muy ligados a la seguridad de la comunidad sexodiversa, y también, una cuestión de inaccesibilidad. El último informe de accesibilidad a la salud del INEGI indica que solo una de cada cuatro personas LGBT+ es derechohabiente de una institución de salud –sea IMSS o ISSSTE—. Este dato representa dos cosas: primero, que el porcentaje de personas pertenecientes a la sexodiversidad que tienen una forma de seguridad social es preocupantemente bajo; y más preocupante aún, que este bajo porcentaje representa a quienes gozan de un trabajo formal. Ésto no solo nos habla de la inaccesibilidad de este sector a la salud, sino también de la inaccesibilidad al empleo formal.
A pesar de que uno de los compromisos que realizó la presidenta Claudia Sheinbaum en la etapa electoral y en sus primeros momentos como presidenta fue el de llevar la inclusividad, la tolerancia y las oportunidades iguales a más personas de grupos vulnerables; la realidad es que las medidas que se han adoptado se han visto por demás desbordadas. La Clínica Condesa es un establecimiento de primer nivel, parte de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, que se centra en la atención a personas con VIH y que, con el gobierno de la entonces Jefa de Gobierno capitalina, recibió una serie de apoyos para mejorar la calidad de sus servicios. Hoy día existen dos Clínica Condesa que se encargan de manejar a un grueso poblacional de aproximadamente 9.5 millones de habitantes de la Ciudad de México. También en la capital mexicana, el 1° de octubre del 2021 se inauguró la Unidad de Salud Integral para Personas Trans, con la finalidad de brindar protección de salud e inclusión a esta comunidad. Estos son pasos positivos, pero claramente limitados.
El artículo 4° constitucional expresa que todas las personas tienen el derecho a la protección de la salud, esto necesariamente implica que el Estado tiene una responsabilidad social para con su gente. En el 2020 se agregó el párrafo que indica que el Sistema Nacional de Salud debe ser del bienestar.
Con estos sutiles cambios, tanto el primero como el segundo piso de la 4T, se autoconciben como los gobiernos del cambio, del bienestar; sin embargo, ninguna de estas unidades o instituciones ni ninguna de estas reformas constitucionales ha logrado modificar fundamentalmente las condiciones de vida de las personas LGBT. Ha sido un paso adelante, sí, no podemos negarlo, pero no han sido reformas que se hayan otorgado por caridad o buena voluntad del Estado, las hemos obtenido en las calles en la lucha cotidiana de nuestra clase y de los sectores oprimidos y debemos ir por más, porque mientras las condiciones de explotación del modo de producción capitalista y su inherente relación con la conformación de la familia tradicional no cambien, no podremos alcanzar una plena libertad para la sexodiversidad, al contrario, mientras siga existiendo capitalismo en el mundo continuará capitalizando una lucha tan valerosa cuya raíz histórica parte de la rebelión de Stonewall contra la represión policial del Estado burgués.
Reivindicando esta memoria histórica de la lucha de la sexodiversidad desde un punto de vista de clase es que la Organización Comunista Revolucionaria hace un llamado a la lucha contra el capitalismo, contra el status quo y a favor de un sistema justo para todas las personas (sin importar a quien amen o cómo se identifican) a favor del comunismo.