La guerra comercial ha comenzado, los aranceles se han impuesto a todo el mundo bajo la lógica proteccionista del gobierno de Donald Trump.
Según el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, en el primer trimestre del año la economía estadounidense se ha contraído 0.3% por debajo de su símil del año pasado. Este dato es importante pues el 83% de las exportaciones de nuestro país tienen como destino los Estados Unidos, además de la estrecha relación de la producción manufacturera que nos vincula en un grado extremo de dependencia a la salud económica del vecino del norte.
El gobierno de México ha conseguido poder negociar y por ahora ha exentado los aranceles —excepto al acero y aluminio— gracias al frágil T-MEC que se tambalea ante los repentinos giros del presidente gringo. En ese sentido hubo un cierto relajamiento, sin embargo, los ataques han continuado y aunque Sheinbaum pretende presentarse como esa mujer valiente que se enfrenta con bravura al bravucón imperialista, la realidad es que no ha hecho más que ceder a los deseos de su principal socio comercial.
Dentro de estos amagues de Trump tenemos el Tratado de Aguas de 1944 que estipula la división del afluente que comparten EE. UU. y México en su frontera. En donde Estados Unidos debe entregarle a México 1,850 millones de m3 de agua cada año, mientras que México debe enviar aproximadamente 2,158 millones de m3 en ciclos de cinco años1. Esto obviamente no toma en cuenta el desarrollo desigual de cada región ni el crecimiento poblacional y las sequías provocadas por el cambio climático, lo que ha provocado que México no cumpliera con el envío total de agua, razón por la cual Trump amenazó nuevamente con imponer aranceles a nuestro país por su deuda de 1,603 millones de m3 de agua. La mandataria mexicana inmediatamente convocó a un equipo de negociación, el cual acordó un plan a corto plazo y durante la temporada de lluvias, para entregarle a Estados Unidos el agua adeudada.
Esto se ha presentado nuevamente como una victoria más de Sheinbaum ante los ataques de Trump, sin embargo, los verdaderos perdedores son los mexicanos que habitan los estados de Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas, pues la negociación vulnera el acceso al agua potable de los pobladores. El mensaje que se da es que no se pone en riesgo a los habitantes, pero los hechos hablan por sí mismos. Las presas Falcón y Amistad están al 12.7% y 11.6% de su capacidad, respectivamente, y el agua será enviada a los grandes agricultores texanos a costa de privar del vital líquido a miles de familias empobrecidas de las ciudades fronterizas de los estados del norte.
Sumado a la crisis del agua, el pasado 11 de mayo los Estados Unidos decidieron cerrar su frontera con México a la exportación de ganado vivo, por la crisis sanitaria del gusano barrenador. Cabe destacar que México es el primer exportador de ganado bovino a EE. UU. y que las pérdidas por una semana de cierre fronterizo se estiman en 110 millones de dólares. Es cierto que se debe buscar que la plaga no se extienda, sin embargo, la medida es excesiva, tomando en cuenta que el brote se encuentra en el sur del país y los principales productores de ganado de exportación son Chihuahua, Sonora, Durango, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León. Esto orienta la producción de Veracruz, Jalisco, Chiapas y Tabasco, principalmente, al mercado nacional. “México ha mantenido su estatus como país libre de este parásito desde 1991 gracias a la vigilancia constante y a las medidas implementadas por el Senasica (Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria)”2. Pero esta situación ha cambiado debido al tráfico, por la frontera Sur de México, de ganado ilegal proveniente de Centroamérica, lo cuál se ha convertido en un gran negocio pues los animales se blanquean a partir de la emisión de aretes de sanidad y certificados de origen falsos con la finalidad de exportar el ganado a Estados Unidos.
Los grandes ganaderos del Norte reclaman el cierre de la frontera Sur para que EE. UU. reabra la exportación, sin embargo, vemos nuevamente como bajo el pretexto zoosanitario se ha implementado una medida proteccionista, pues si no hay importación de reses se incentiva el consumo de producción nacional, además de que las exigencias de los magnates ganaderos norteños hacen el juego del cierre de fronteras que terminaría reforzando las políticas anti migratorias.
Por otra parte, la hipocresía de los EE. UU. es sin igual al exigirle a México que impida el “lavado” de ganado ilegal cuanto antes, mientras que los empresarios petroleros de Texas se han beneficiado del huachicoleo fiscal, comprando crudo robado de Pemex, el cual refinan y vuelven a vender a México, ayudando así a lavar dinero del crimen organizado que son quienes controlan las redes de huachicol en el país. Es decir, los intereses del capital imperialista no solo le roban a México al revenderle su propio combustible, sino que ayudan a que los cárteles del narcotráfico —ahora declarados como organizaciones terroristas— puedan financiar sus actividades. Aquí vemos que el lucro de los capitalistas, independientemente de su nacionalidad, siempre está por encima de los intereses de los trabajadores que se ven afectados por la violencia del crimen organizado, las enfermedades del tráfico ilegal de ganado, los despidos injustificados por la guerra arancelaria, por la falta de agua, etc.
Finalmente, la cereza del pastel de la guerra comercial de Trump la vemos en sus últimas declaraciones de imponer el 5% de aranceles a las remesas de los inmigrantes indocumentados.
Gravar un impuesto al dinero que envían los indocumentados es una contradicción a la estigmatización pública que ha hecho Trump hacia ellos al llamarlos asesinos y vividores. En realidad, la mayoría son trabajadores precarizados y pagan impuestos de entre el 10 y el 37% en EE. UU., sin tener la posibilidad de acceder a ningún servicio público financiado por sus descuentos fiscales, dado su estatus migratorio. Este arancel implicaría una doble tributación para los migrantes y la violación de un tratado bilateral firmado en 1994, pero la experiencia nos dice que al imperialismo gringo poco le interesan los tratados firmados desde su propia legalidad burguesa.
62,500 millones de dólares se ingresaron por concepto de remesas en 2024, provenientes de 12.7 millones de migrantes que viven en Estados Unidos3, esto representa un negocio muy jugoso que puede ser aprovechado por el crimen organizado para lavar su dinero a partir de la evasión arancelaria y por supuesto para los bancos quienes presionarán para que los beneficiaros en México adquieran una cuenta con ellos y pueda evitarse el impuesto a partir del envío de remesas por spei desde cuentas de ciudadanos o residentes estadounidenses, lo que favorecería el mercado negro y de prestamistas.
El panorama no es muy halagüeño, sobre todo desde la perspectiva del gobierno reformista que plantea el diálogo, la negociación y la clara sumisión ante el imperialismo gringo, pues no tenemos un trato de iguales, estamos sometidos económica y políticamente, y es claro que los llamados a la conciencia moral no frenarán el apetito voraz del gran capital.
No basta con la retórica defensa de la soberanía nacional, cuando el gobierno de la 4T se asesora y consulta todas sus decisiones y modo de actuar con la burguesía nacional que se aprovecha y se inclina ante sus amos yanquis. La verdadera defensa nacional radica en la organización de los trabajadores por nuestros intereses de clase y la única manera en la que podremos liberarnos de la opresión y explotación imperialista será con la lucha revolucionaria de la clase obrera mundial.