La estrategia de la “aplanadora” priísta y la parálisis de la República del Amor [1]
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La construcción del discurso de campaña del candidato de la oligarquía nacional, Enrique Peña Nieto (EPN) tiene como objetivo la introyección de un mensaje claro: El PRI es ya el virtual ganador de la contienda electoral. Lo anterior está en concordancia con la estrategia mediática comenzada a partir de la victoria de EPN en los comicios electorales del Estado de México en 2005 para llevar a este personaje a la Presidencia. Anteriormente habíamos expuesto cuáles son los elementos claves que soportan este discurso (Estructura de la Ideología del cinismo priísta [2]):
• Apelar al espectador en lo individual.
• Apelar al nacionalismo vinculado a la “creación de Instituciones” por parte del PRI.
• Apelar a la “experiencia para gobernar” del PRI.
• Utilizar recursos gráficos para generar la simbiosis entre Partido y Sociedad.
En los inicios de la campaña de EPN la estrategia se ha mantenido solamente agregando el elemento del candidato-actor a los mensajes transmitidos. La “fortaleza” del mensaje no se sitúa en el contenido del mismo que, a todas luces, no es más que el uso de la demagogia característica del PRI, sino en la reproducción a través de todo tipo de espacios (espectaculares, transporte público, bardas, spots de radio y tv, mensajes a través de las redes sociales, etc.) del mismo mensaje. La Izquierda electoral no se ha cansado de repetir que las acciones del PRI no obedecen más que a la intención de cooptar votantes por medio de la repetición de un discurso, lo que este argumento no considera es que la estrategia no está sustentada bajo tal racionalidad, sino una idea contraria, desmoralizar tanto a militantes y simpatizantes del Morena generando la idea de un PRI “avasallador” (como la misma intelectual pequeñoburguesa Denisse Dresser afirma) que no puede ser combatido por la Izquierda y para la población indecisa sobre la emisión de su voto, la idea de una contienda ya decidida donde no valdría la pena participar. De producirse una desmoralización generalizada, el cálculo del priísmo es ganar con una ventaja abultada basada en una abstención generalizada y la compra de la mayor cantidad de votos posibles por medio de las clásicas maniobras que ese partido ha patentado históricamente.
Ante tal escenario los dos principales contendientes del PRI, el PAN y la Coalición de Izquierdas han utilizado estrategias similares pero con recursos diferentes, el PAN ha optado por crear una campaña negra como la operada contra AMLO en 2006 pero ahora contra el candidato priísta (ambos candidatos se acusan de mentir y ambos tienen razón) mientras que la Coalición ha optado por sostener el discurso de la “reconciliación nacional” y moderando sus críticas contra EPN (en comparación con los últimos 4 años donde el tono del discurso llegó a ser mucho más fuerte contra la imposición del candidato-actor de la oligarquía) pero manteniendo una línea de denuncia ante un eventual fraude o compra de la elección.
Los resultados hasta ahora mostrados (a pesar de que los sondeos publicados en su mayoría tienen como objetivo incidir en la opinión pública apoyando el discurso del PRI más que ser instrumentos de medición de la intención del voto) arrojan la caída de la candidata del PAN que inicialmente había sido inflada artificialmente pero que, ante la ineptitud de su equipo de campaña y los últimos 12 años de nefasto “gobierno”, muestran ahora una caída constante. EPN conserva una supuesta “ventaja abultada” sobre los candidatos opositores y López Obrador se mantiene en un tercer sitio disputando el segundo lugar de las preferencias con la candidata del PAN pero aún lejos del candidato del canal de las estrellas. Este mismo escenario ya fue presentado (con candidatos diferentes) en la elección pasada del Estado de México donde se mostró que la estrategia del PRI estaba orientada a generalizar la abstención y a reforzar las prácticas clientelares y de compra del voto tradicional.
Si esta tesis es cierta entonces la Izquierda no puede cometer el mismo error dos veces, a saber, depender de una línea discursiva que no tiene vinculación directa con las condiciones de miseria y opresión de millones de mexicanos, en el pasado el “Encinas puede más” y ahora la “República del Amor”. Generalmente se hace referencia a aquellos que consideramos que la moderación del discurso es errónea como “radicales” y sin sentido de la realidad, al corto plazo se ha mostrado que la moderación sustentada en una supuesta “reconciliación” con sectores irreconciliables de la sociedad no acaba de convencer a los indecisos y más bien ha generado síntomas de malestar entre militantes y simpatizantes de la Izquierda.
Para las y los militantes del Morena el mensaje es claro, ante un aparato que se presenta como monstruoso, la alternativa está en combatir al priísmo no desde una supuesta trinchera de cordialidad sino de contraponer dos proyectos claramente diferenciables y que, ante el giro “amoroso” no se ha acentuado lo necesario, comenzando por el mismo AMLO. Lo anterior implica, además, la necesidad de un giro en la propaganda y nuevamente la polarización ideológica de una sociedad que se encuentra polarizada objetivamente por explotados y explotadores. Los ejemplos históricos de América Latina han mostrado que la Izquierda no puede derrotar a la oligarquía nacional de cada país a menos que muestre lo exacerbadas de las contradicciones sociales y haga que el electorado haga suya la idea de una necesaria trasformación desde abajo que excluya la posibilidad de “pactar” con la burguesía parasitaria dominante. El giro discursivo no es una necedad que obedezca a un “deseo rijoso” por parte de quienes consideramos que la estrategia operante es insuficiente y hasta en ciertos puntos, contraproducente, sino a una necesidad de un periodo de campaña corto donde el tiempo es un factor determinante y donde, un giro tardío puede resultar insignificante para cuando se decida realizarlo. Si las bases logran dar este cambio propuesto (y desde nuestro punto de vista necesario) entonces podrán empujar a la dirección a modificar su estrategia de igual manera, es un momento decisivo donde no puede existir lugar para pasividad, quizá el lema idóneo para la propuesta pueda sintetizarse en: ¡Menos amor y más Revolución!
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- Política [3]