Colaboración: La inservible aristocracia [1]
Escrito por:
Julio César Muro Sánchez, Torreón – Coahuila

Partiremos entonces de la palabra “reformar”. Según el diccionario de la REA significa: Modificar algo, por lo general con la intención de mejorarlo. Desde la perspectiva de un servidor, la palabra reforma significa simplemente un cambio para mejorar. Pero este sencillo término es mucho más complejo de lo que a simple vista se ve, pues tan dichosa palabra engloba todo un trasfondo en ella. El hecho de buscar mejorar no solo se debe buscar en lo exterior sino desde el interior, se deben primeramente mejorar desde adentro, desde los cimientos, desde el núcleo de aquello en los que buscamos mejoría. Si alguna persona dentro del gobierno o ente público llegase a pensar en mejorar primeramente por fuera que por dentro, la sociedad afectada tardaría demasiado en resentir esa mejora y por ende ésta se volvería toda una olla de vapor esperando a explotar, pues el ciudadano espera beneficios tangibles en un corto plazo, por mínimo que este sea.
Regresemos un poco atrás en el tiempo, en la campaña presidencial del 2012; el entonces candidato del PRI hizo de la eficacia el centro de su oferta política. Peña Nieto ha propuesto y querido que se le evalué con el medidor de la eficacia: capacidad para conseguir lo propuesto. Volviendo unas décadas más atrás, nos hemos dado cuenta que esto es ya un discurso un tanto gastado, primeramente por sus colegas de mafia (PRI) Carlos salinas y Ernesto Zedillo y en segunda instancia por los que intentaron una más que fallida transición democrática, Vicente Fox y Calderón Hinojosa.
¿Cómo darle sentido a unas reformas estructurales si en el fantasma del pasado esta incrustada totalmente la ineficacia?
Llevar a cabo una seria de reformas estructurales implica el hecho de buscar cambiar para mejorar desde dentro del problema. Se debería primordialmente en esencia, hacer de estas reformas la columna vertebral del mejoramiento social en México. Hacer de estos cimientos las bases en las cuales el país apoyará su crecimiento en demasiados ámbitos. Estas reformas deberían implicar combatir el problema que esta enraizado desde muy adentro del aparato gubernamental y se extiende a sindicatos y demás individuos con nombre y apellido.
Ahora bien, todo esto, como dijo una actriz de televisa, “suena muy bonito”, todo lo que deberían hacer las reformas “suena bastante emocionante”. Pero debemos volver y analizar la cruda realidad de las reformas priístas, panistas y partidos hipócritas.
Las reformas propuestas desde la campaña de Peña Nieto no implican una verdadera búsqueda del cambio en los problemas, pareciera que éstas fueron escritas para todo, menos para el beneficio popular. La reforma educativa pinta más como una reforma obrero – patronal, en donde se busca convertir a los educadores en empleados con más obligaciones que derechos. Esta reforma no ataca el problema medular, que es el contenido de lo que se le enseña al alumno y como se le debe de enseñar contextualizado a una realidad, da la impresión de que ni siquiera se toma en cuenta la educación.
La reforma energética, desde mi punto de vista, no debería ser vista como reforma para el pueblo mexicano, pues ésta busca solamente beneficiar a privados, ya sean extranjeros o nacionales, cumple con la intención de reformar, pero estos beneficios llegarán sin muchos esfuerzo a los bolsillos capitalistas, dejando de lado la integridad de un país que desde hace tiempo no puede darse el lujo de ver primero por intereses privados antes que por los del pueblo.
Y la lista sigue con las demás reformas. Es algo alarmante que aún no se lleven a cabo y el sinónimo que muchos encontramos de reformas estructurales sea ni más ni menos que ineficacia. Coincido con demás analistas del tema respecto a que estas reformas en vez de traer un cambio para mejorar, sean lo que haga explotar la apatía y la paciencia del pueblo mexicano, uniéndose en una verdadera democracia para terminar con esta “dictablanda”, ya sea por vía pacífica, como lo sería la democrática o la vía violenta como sucedió entre 1910 y 1923.
La esperanza todavía no se debe de perder pues aún nos quedan muchas variables para luchar en contra de este régimen aristocrático.
Fecha:
28 de agosto de 2014