Escrito por:
El brutal ataque el SME es sólo la punta de lanza de la ofensiva anti-obrera del régimen. Además de la inflación se cierne la inminente contrarreforma a la Ley Federal de Trabajo, el IVA disfrazado en alimentos. Ante ello ha llegado el momento de que los sindicatos debatamos abiertamente la cuestión electoral, la inminencia de la imposición, por parte de la burguesía, de Peña Nieto en la presidencia y la consolidación de un bipartidismo de derecha al estilo gringo. Para los trabajadores no puede ser indiferente la llegada de Peña Nieto, la permanencia del PAN o la llegada a los Pinos del “principito” de la derecha Marcelo Ebrard. Este artículo pretende argumentar la necesidad de que los sindicatos nos pronunciemos por un apoyo crítico al movimiento de AMLO al mismo tiempo que luchamos por un programa clasista y a favor de los derechos laborales. Independencia de clase y sectarismo no son sinónimos.
En qué etapa del proceso estamos
En el periodo pasado hemos vivido una de las ofensivas más brutales contra el sindicalismo y los derechos laborales. Los golpes neoliberales a la educación (primaria y secundaria) pretenden destruir las conquistas laborales de los maestros y en última instancia acabar con sindicatos y corrientes democráticas como la CNTE; los ataques a los mineros y a su autonomía sindical; el brutal golpe el SME son solo los ejemplos más notables. Después de la consumación del fraude electoral del 2006 vimos cómo la lucha social dio un giro al terreno sindical. No obstante el golpe al SME en conjunto con el estallamiento de la crisis económica ha generado un cierto reflujo en este terreno. A partir del 2009 se ha vivido un descenso pronunciado en el número de huelgas. El desarrollo de la lucha de clases es contradictorio porque el relativo reflujo sindical está acompañado de la radicalización de sectores importantes del sindicalismo. El SME es el mejor ejemplo; en las últimas marchas consignas tales como el derrocamiento der Calderón, la emulación del ejemplo de las revoluciones en Túnez y Egipto son bastante recurridas. La cuestión es cómo vincular esa vanguardia con el resto del movimiento obrero, cómo orientar las fuerzas sindicales para romper el aislamiento.
En referentes organizativos sindicales (tales como el “diálogo nacional”) y en sindicatos como el SME se ha abierto el debate en torno a la posición que los sindicatos debemos tomar con respecto a las elecciones del 2012. Ante ello los sindicatos debemos comprender la dinámica objetiva del proceso de lucha de clases y tratar de comprender sus distintas fases. Después del giro sindical y el reflujo es natural que el péndulo de la expresión popular tienda a girar al terreno electoral en vistas a la elección presidencial del 2012. Guardando las proporciones vimos un fenómeno similar con la revolución en Bolivia (Febrero de 2003) después de que la COB perdió la oportunidad de tomar el poder (octubre 2004), las masas se orientaron hacia el voto masivo para el candidato del MAS y llevaron a la presidencia a Evo Morales (2005). Las masas populares no pueden esperar la existencia de un partido revolucionario o a la decisión combativa del conjunto de los sindicatos, si tienen la oportunidad de echar al PAN de los Pinos lo harán por la vía electoral. Sería una ceguera sectaria no reconocer este hecho.
La tarea más urgente de los sindicatos es conformar un frente Unitario; pero no uno proclamado por sectas, sino un frente de las organizaciones reales de los trabajadores. Un frente del SME, la CNTE, los telefonistas, ferrocarrileros, mineros, etc. Esto es algo que en general es comprendido por todo sindicalista combativo. Pero la unidad debe incluir a los trabajadores que no están sindicalizados (la mayoría). Debe incluir a la mayoría de los trabajadores que ven en las elecciones una alternativa de lucha y en AMLO el candidato de la izquierda, sobre todo si ese movimiento aglutina a la inmensa mayoría de explotados. Si no planteamos esta unidad sería como cercenar el brazo de un cuerpo y pretender que por sí sólo puede hacer frente a la reacción. Es necesario hacer una caracterización del movimiento social aglutinado en torno a López Obrador y luchar por un programa de clase dentro de él. La nueva organización política impulsada por la dirección del SME es positiva siempre y cuando no se aísle o se presente como una organización hostil al masivo movimiento en torno a AMLO. La experiencia sectaria de la dirección del EZLN, en la elecciones del 2006, es una referencia obligada para refutar los intentos de ignorar el frente electoral. Si el referente que impulsa el SME es visto sólo como un mecanismo de negociación y presión política orientado hacia el PRI está condenado a un miserable fracaso.
Qué es el MORENA
El PRD está dividido y en la mayor crisis de su historia. La división al interno de éste partido expresa la presión de la lucha de clases. Los “Chuchos”, Ebrard y los “Amalios” (más otras corrientes que están agazapadas esperando el mejor postor) representan directamente los intereses del régimen y de la burguesía, las alianzas entre el PRD y el PAN son el intento de diluir a la izquierda en la derecha, de dotar al PAN, absolutamente deslegitimado y en bancarrota, de una bolsa der oxígeno. El G8 (corrientes opuestas a los “Chuchos”) y AMLO expresan de manera confusa a las masas que aspiran a un cambio verdadero. Los sindicalistas no podemos cometer el error de no ver las bases sociales profundas que se expresan en esta crisis. Ante ello AMLO ha impulsado la formación de una estructura paralela que, en la práctica, ha vaciado al PRD y que parece prefigurar un nuevo partido.
Un masivo movimiento social de las masas oprimidas se está aglutinando en el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA); formalmente ya hay 2 millones de afiliados y el objetivo es llegar a 4 millones en diciembre. Incluso aunque las cifras estén infladas no cabe duda que este movimiento está convocando a cientos de miles de trabajadores, amas de casa, campesinos, estudiantes, etc. en la dirección nacional de éste movimiento está AMLO y un grupo ecléctico de intelectuales, algunos confusos bienintencionados pero inocuos (Poniatowska) y algunos situados más a la izquierda (Armando Bartra). Hacia abajo encontramos los coordinadores nacionales, coordinadores distritales (conjunto de colonias) y ya se están formando las coordinaciones seccionales (calles). La burocracia y las corrientes del G8 (“tribus” opuestas a la nefasta derecha del PRD -los chuchos de Nueva Izquierda y los amalios de Foro Nuevo Sol) es incapaz de llenar todos los huecos así que las coordinaciones distritales y seccionales están siendo impulsadas por activistas de base, es aquí donde está el punto fuerte de MORENA un movimiento social que es susceptible de radicalizarse conforme se desarrollen los acontecimientos. Son ya 150 mil comités de MORENA distribuidos en colonias y barrios populares. Alrededor de ellos gravita una mayor cantidad de gente que no puede participar directamente en los comités: los “protagonistas por el cambio verdadero” cuya tarea es convencer a otros cinco sobre la necesidad de un cambio hacia la izquierda en lo político y en lo económico.
El MORENA no es una estructura ficticia sino un movimiento vivo que pretende llevar a AMLO a la presidencia como una vía para una transformación de fondo. La gente de base de este movimiento no tiene una noción vaga y ambigua sobre la naturaleza de ese cambio pero la convicción de un cambio (que expresa un giro a la izquierda) es un fenómeno de primera importancia. Saben lo que no quieren (más neoliberalismo, más ataques, más inflación, más inseguridad, más privatizaciones) pero no tienen muy claro lo que quieren. Sin embargo es obligación de los sindicatos vincularse con este poderoso movimiento formando con él (y con el movimiento campesino y popular en general) un frente único en la acción. Las bases de MORENA no son, para nada hostiles, al movimiento sindical, al movimiento del SME; muy por el contrario, en sus filas podemos encontrar a la gente más solidaria, trabajadores y amas de casa sin prejuicios sectarios de ningún tipo. Si se conforma una nueva organización partidista será una oportunidad de oro para luchar en su interno por un programa de clase. Si los sindicatos lanzan consignas claras de unidad en la acción, si en lo concreto tratamos de vincular nuestras luchas los llamados no caerán en oídos sordos.
Por una política de clase al interior del movimiento vivo
Lo más importante para los sindicatos (y por supuesto al interno del MORENA) es la formación de corrientes revolucionarias que vinculen las demandas básicas con demandas políticas que se orienten a la transformación socialista de la sociedad. Pero el programa revolucionario no es más que un pedazo de papel si no es capaz de vincularse con el movimiento real de las masas explotadas. La tarea es la formación de un frente Único (que incluya la lucha electoral y el voto hacia AMLO) para luchar dentro del movimiento vivo por un programa más radical.
En concreto los sindicatos -al mismo tiempo que impulsamos la necesidad de una huelga general e impulsamos las movilizaciones propias- debemos unificar nuestras demandas, crear una “plataforma de demandas sindicales y laborales” y luchar para que ese programa sea incluido en el “Proyecto alternativo de nación” que impulsa AMLO, debemos establecer un dialogo con el movimiento. Ello no implica perder la independencia sindical, por el contrario, implica vincular la independencia de clase con la lucha electoral o introducir las consignas clasistas dentro de un movimiento confuso e inacabado que es el más importante en los últimos años. El frente único, por definición, no implica diluir las opiniones y las corrientes del movimiento obrero. El apoyo crítico a AMLO no implica cejar en la lucha por un programa clasista o por demandas laborales radicales.
Es muy probable que las elecciones del 2012 marquen el punto de concentración de todas las contradicciones acumuladas. Si no estalla entes una huelga que derroque a Calderón las elecciones podrán hacer estallar la precaria estabilidad burguesa. Un estallamiento social se acerca y más nos vale a los sindicatos prepararnos para ella, tejer los lazos de solidaridad necesarios y vincularnos con el movimiento social en el que, seguramente, se concentraran todas las contradicciones. De no hacerlo los sindicatos jugaremos un rol de división sectaria o de simples espectadores, lo que es esas circunstancias seria hacerle juego ala burguesía.