Morena surgió en un contexto de lucha social, en un ambiente de descontento ante los dos fraudes electorales en contra del triunfo de López Obrador. El primero significó la presidencia de Felipe Calderón y su legitimación a través de la militarización del país y la declaratoria de guerra contra el narco. El segundo fraude, que se orquestó a través de la compra descarada del voto, sirvió para dar continuidad al proyecto neoliberal del PRI, iniciado con Miguel de la Madrid, las reformas en este sexenio lograron ser aprobadas sin ninguna oposición en el congreso ni en las calles, gracias al Pacto por México por un lado, y por el otro a que las organizaciones combativas como la CNTE fueron perdiendo fuerza ante el Estado que se valió del desprestigio, la represión y la proliferación, en medios de comunicación, de la idea de las reformas como algo bueno.

El proceso interno de Morena para elegir a sus nuevos dirigentes ha culminado con la elección del Consejo Nacional y el Comité Ejecutivo Nacional. Ante estos hechos nos surgen una serie de preguntas ¿de qué está hecha la democracia interna de nuestro partido? ¿Por qué la base acepta la imposición de su dirigencia? ¿Quiénes respaldan a los 300 consejeros electos y a los miembros del CEN?